28 de octubre de 2012

Sobre el aniversario de la muerte de Kirchner y el problema del péndulo en la Argentina.

La Argentina es un pais dual. No existe una unidad de concepción y acción en relación a objetivos e intereses fundamentales. La bendición de la pampa húmeda opera en esta disyuntiva como un elemento de discordia. En términos generales, quienes disfrutan de su renta o la trabajan y se benefician de la generosidad de sus frutos, desde hace doscientos años piden dejar al mercado que distribuya la riqueza, y reclaman para el Estado un papel marginal. Claro que es sencillo hacerlo cuando la herencia o el casamiento ya los colocaron frente a la suerte de contar con cartas ganadoras. Lo que haría el mercado en este caso sería profundizar esta asimetría. Es cierto que el momento de mayor éxito relativo del país fue durante el auge de la división internacional del trabajo planteada por Gran Bretaña. La Argentina era un país despoblado y con millones hectáreas de cereales y carne. El remplazo en la hegemonía por Estados Unidos y el fin del proceso de incorporación rápida y barata de tierras para cultivo, puso un freno grande al modelo de crecimiento hacia afuera vía exportaciones. El aumento demográfico en el país también cambió las necesidades de empleo y consumo del país. El auge de las compañías multinacionales con sus sistemas descentralizados de producción, pero conducción centralizada, y el negocio financiero que opera las veinticuatro horas del día y otorga rentabilidades superiores a las de la industria, redirigió los cuadros de las familias rentistas argentinas hacia estos sectores, por encima de la agricultura o la industria nacional. Formados en el exterior y con valores anglosajones en términos de libertades económicas y desconfianza hacia el Estado, resignificaron el país dual en una nueva división del trabajo, en la cual seguimos siendo tributarios de un centro que decide por nosotros la distribución de la riqueza generada en el país. Este sector social bien educado y movido por incentivos capitalistas de lucro y prestigio, preservación de la propiedad mal distribuida y rentas acumuladas en el exterior, es más fácil de articular que el otro 90 % de la población, con todas las heterogeneidades sociales, geográficas y culturales imaginables. A su vez, según se ha estudiado, hay un porcentaje de la población de ingresos medios, que en lugar de ver a las minorías como contrarias a sus intereses, pretenden asociarse a ellas en el disfrute de la riqueza. ¿Como se corrige esta situación que colocó a la Argentina y a toda América Latina al tope de la desigualdad de ingresos a nivel mundial? A lo largo de nuestra historia no ha sido el Estado, como representación de los intereses colectivos, quien logró movilizar los deseos y aspiraciones de esas mayorías populares. Es más, durante la mayor parte de nuestros doscientos años, la minoría consciente de su condición consiguió transferir al Estado sus deudas y ampliar sus privilegios, por ejemplo, mediante la apropiación de las divisas para fines suntuarios o de especulación, en lugar de destinarlos a industrializarnos. Fueron líderes carismáticos, fueron argentinos salidos de las mayorías plebeyas, quienes consiguieron la acumulación de poder suficiente como para disputarle la conducción del Estado a las minorías y plantear, aún con contradicciones, procesos de redistribución de la riqueza en beneficio del pueblo. Solo la política en términos populares, la democracia como gobierno de la mayoría y la intervención del Estado allí donde el mercado nunca va a distribuir, pusieron freno durante algunos períodos al dominio casi permanente de las minorías en la conducción del país. Ellos fueron Yrigoyen, Perón y Kirchner. Todos los errores, retrocesos y debilidades que se puedan atribuir a estos hombres, no manchan el hecho trascendental que implica haber colocado la principal herramienta de transformación y ascenso social (bien lo saben las minorías que consiguieron sus fortunas gracias a algún gobierno de turno), al servicio del pueblo. Muchos otros quisieron llegar al lugar de estos tres hombres, pero no lo lograron por distintas circunstancias. Está demostrado que la inteligencia nunca suple la capacidad, el coraje, o el don de la conducción de masas y complejas burocracias gubernamentales. No casualmente, fueron sin dudas los tres presidentes mas odiados por las minorías. Al punto de desvalijar la casa de Yrigoyen el día del golpe de estado en su contra, tirando su cama por la ventana, o justificar un exilio de dieciocho años en el caso de Perón. Por suerte, la historia los puso en el lugar que se merecían. El caso de Kirchner también va a tener su juicio histórico. Parece lógico también que a aquella clase media aspiracional, le gustan más los presidentes menos confrontativos. Estos sectores sufren los cambios bruscos en materia económica y piden una estabilidad que en cierta forma los convierte en conservadores de los intereses minoritarios que no disfrutan. Llamativamente, algunos de los líderes que reivindican fueron maltratados durante sus mandatos por haber cedido a las presiones y haber convertido al Estado en una mesa de conciliación de intereses. En definitiva, por no hacer uso de la autoridad que otorga la democracia. Una cosa, entre tantas, que diferencia a Kirchner de Perón e Yrigoyen, es que su proyecto continúa en la presidencia de Cristina Fernández. Perón e Yrigoyen, agigantados por el bronce, se fueron a la tumba y no dejaron un heredero legitimado. Sin pretender compararlos, pues las coyunturas en cada caso harían imposible asimilar hechos y decisiones, el hecho de poder continuar su legado, y promover un recambio generacional, abre expectativas acerca de si podrá superarse el eterno problema pendular de la Argentina. Solo esto puede permitir, por fin, desarrollar un proceso de acumulación de capital y aumento de la productividad industrial, que haga posible incluir a las mayorías en un modelo de desarrollo que nos saque del atraso economico y social. En ese caso las minorías deberían esperar más que un turno para intentar volver al poder, que como casi nunca, está mayormente en Balcarce 50 y no en sus palacios y casas de fin de semana.

18 de abril de 2012

Argentina pone a prueba el Nuevo Orden Internacional



La expropiación e inmediata ocupación física de YPF suponen una prueba para las condiciones del nuevo contexto mundial post-crisis del 2008, que hemos venido describiendo durante los últimos tiempos. Igualmente todavía no es tiempo de sacar conclusiones, en la medida que los acontecimientos se desarrollan con velocidad. Pero veamos lo que conocemos y pensemos que puede pasar.
España forma parte de la Unión Europea, bloque económico en el cual España delegó parte de su soberanía y que ahora administra la relación comercial, financiera y de transito de personas con la Argentina. Es decir que España sola no puede hacernos casi nada. En tanto, es improbable que 27 países en conjunto decidan perjudicar la relación bilateral con nuestro país, que aunque no es un actor relevante a nivel mundial, les genera ganancias para sus empresas casi sin excepción. Incluso Argentina podría cambiar de socio, reemplazando al menos una parte de la relación con Repsol, por Total, ENI o cualquier otra petrolera del viejo continente. En todo caso, puede ocurrir que introduzcan alguna barrera para-arancelaria a productos argentinos como los biocombustibles, que afectan la producción Española, para de esa forma disfrazar una sanción sin vulnerar las reglas de la Organización Mundial de Comercio.
El canal de influencia financiera, que seria lo más fácil de interferir en caso de una represalia, en el caso argentino es inútil. Nuestro país no toma deuda desde hace casi una década en el mercado financiero mundial. Estamos aislados y blindados desde ese punto de vista. Lo que diga o no el FMI no nos afecta, ni nos condiciona.
El canal de las relaciones bilaterales, en la medida que España se llevaba capitales de nuestro país en lugar de traerlos, un debilitamiento de la relación entre países, hasta puede beneficiarnos en la negociación con las grandes empresas españolas, como Telefónica, Banco Río o Banco Francés, que ganan verdaderas fortunas en el país y siempre podrían invertir algo mas de lo que hacen. Ahora tienen que demostrar que no son como Repsol, que exportaba lo que a nosotros no nos sobraba, y terminó por hacernos perder la autosuficiencia energética, que nos había llevado 70 años conseguir.
Esta clara además la impericia de su cancillería, de su nuevo embajador en Buenos Aires, de su nuevo gobierno y ministros, y de sus medios hegemónicos. El nivel de soberbia y egocentrismo de estos personajes no hace sino generar rechazos en América Latina, como bien lo dijo Pepe Mujica.
En este sentido, el canal de influencia bilateral funciona si España consigue aliados, en especial en América Latina. En esto no hay sorpresa, ya lo vimos con Malvinas. La unidad sudamericana funciona, y ese capital llegó para quedarse. No van a mover un pelo por España, por más que Piñera o Santos puedan hacer alguna declaración ponderando el libre comercio o la seguridad jurídica. Todos respetan la soberanía argentina.
Lo llamativo en todo caso es el silencio o distancia que hasta ahora tomó el gobierno norteamericano. Da toda la impresión de que Cristina hablo con Obama del tema, y habría empresas estadounidenses interesadas en asociarse para explotar el enorme reservorio de Vaca Muerta en Neuquén y Mendoza. Si esta hipótesis es falsa, entonces es muy probable que Estados Unidos diga o haga algo para no dejar pasar un acto contra la propiedad privada de un empresa occidental.
Por ultimo, el CIADI y demás organismos arbítrales a los cuales plantea acudir REPSOL para iniciarnos un juicio, son expresiones todavía vigente del neoliberalismo, en el cual la Argentina ya perdió juicios y no pago, o negocio sin pagar. Incluso, los juicios podrían demorar varios años, con lo cual hay margen para negociar un precio conveniente y sin que el Estado lo pague del Tesoro, se pagaría con ganancias de YPF, si es que hay que pagar. De todas formas, lo mejor sería en adelante denunciar los acuerdos que tengan esta jurisdicción extraterritorial para resolver conflictos entre empresas extranjeras y Estados, que siempre terminan beneficiando a las empresas. Para ese lado va el Nuevo Orden Internacional.

27 de marzo de 2012

Los límites a la industrialización




El aumento de la demanda ha representado un freno claro y objetivo para todos los procesos económicos en la Argentina de los últimos 80 años. Frente al problema de no contar localmente con capacidad excedente en la industria para abastecer de bienes y servicios a la población, la oferta extranjera respondía con un aumento considerable, lo cual determinaba la asfixia de las cuentas externas del país. En general, ocurría que la oferta de bienes y servicios local tampoco podía responder a la demanda, porque necesitaba insumos, máquinas y energía que también eran importados y no se podían comprar por falta de dólares. El resultado cantado era una devaluación que servía para reequilibrar oferta y demanda, y bajaba las importaciones. Así el ciclo comenzaba de nuevo, y con salarios e ingresos más bajos que en el intento anterior.
Durante los últimos nueve años, el aumento del precio de la soja y demás materias primas supuso no una solución al problema, sino una postergación. Ganamos tiempo. Lo cierto es que la crisis financiera y económica internacional iniciada en 2008, dejó una secuela de bajo crecimiento por varios años en los países desarrollados. Esto ha generado tensiones comerciales por la colocación de excedentes de manufacturas, en especial de Asia, que ya no tienen mercado. La contracara se encuentra en la todavía baja capacidad de compra de la población China, que creció gracias a sus exportaciones, y ahora debería hacerlo en base a su mercado interno. Pero el proceso es lento y los chinos no están saliendo a comprar lo que dejaron de adquirir los europeos y norteamericanos.
En medio de este clima de creciente proteccionismo y crisis, la Argentina llegó al tope de su capacidad instalada en muchas cadenas de producción, y las importaciones vinieron a cubrir el faltante, poniendo en riesgo el superávit comercial. Lo bueno es que la soja está en U$S 500 la tonelada, con lo cual todavía tenemos margen para evitar una devaluación que vuelva a empobrecernos. Lo malo es que la Argentina tiene como nunca un sistema productivo trasnacionalizado, que no responde al interés general, sino a casas matrices que le piden a sus controladas no reinvertir aquí y enviar las ganancias para compensar el bajo crecimiento en sus países de origen.
Frente a este desafío, el crecimiento de la demanda ya no sirve como incentivo suficiente para acrecentar la oferta en la misma medida. Hay que sumarle otros mecanismos. El gobierno nacional eligió algunos. Exigió a grandes importadores exportar por el mismo monto en que importan. Pidió a empresarios nacionales y extranjeros integrar más componentes locales a productos que si bien se venden como argentinos, estaban integrados en un 80 % por material importado. Cerró la canilla del mercado de dólares incluso a la clase media y el giro de utilidades de las empresas. Intenta captar mayores porcentajes de renta minera y petrolera, para también paliar las cuentas provinciales próximas al déficit fiscal y busca el autoabastecimiento energético, dejando abiertas todas las opciones, incluida una reestatización de YPF.
Se sabe que la sangría de dólares para pagar la energía importada que las empresas petroleras no están produciendo en el país -porque especulan con su precio futuro- costó 10.000 millones de dólares solo en 2011. Eso es lo que vale YPF hoy. No parece tanto.
Como es natural, todas estas medidas tendrán consecuencias negativas en las relaciones bilaterales con países como España, Estados Unidos y Brasil, de cuyo origen son varias empresas que controlan mercados específicos en el país. En este contexto hay que evaluar la exclusión de la Argentina del Sistema Generalizado de Preferencias norteamericano, que aun con un pequeño efecto económico, puede ser leído como una mano dura comercial por parte de Estados Unidos, en un año de elecciones.


En definitiva, esta claro que todas éstas medidas tomadas por el gobierno, sumadas a las vinculadas al control de la inflación, intentan hacer frente al desafío de corto plazo, en la medida que maduran los demás componentes de lo que debe ser una estrategia de desarrollo industrial centrada en los recursos internos del país. Esto es, por ejemplo, promover la innovación, investigación y la adaptación de nuevas tecnologías que aceleren la productividad y mejoren las estructuras de costos. Pero, en especial, lo necesario es aumentar de manera drástica los créditos para la industria, de forma tal de perforar el techo de la capacidad instalada. Solo para tener una idea de la tarea por delante, en 2009 el Banco de Desarrollo de Brasil (BNDES) prestó por la suma de U$S 73.000 millones, un 9 % del producto brasileño. Claramente a nuestro Banco Nación e incluso al Banco Central Argentinos les falta mucho para ofrecer un incentivo capaz de mover la aguja en materia de prestamos para inversiones productivas, que compense el proceso de concentración y extranjerización que todavía existe en la Argentina.
El riesgo es que las restricciones que necesariamente generan un costo adicional en el corto plazo para productores y consumidores tengan un efecto contrario, y achiquen aun más la oferta, en lugar de conseguir aumentarla. En todo caso, el diagnóstico es el correcto, y habrá que esperar para ver si el remedio fue el apropiado.

3 de marzo de 2012

Otra mirada sobre la minería



La historia de la inserción internacional Argentina desde 1810 puede dividirse en dos períodos bien diferenciados y uno que recién comienza. El primero abarca el recambio de metrópoli de Madrid a Londres, decisión empujada por la elite de Buenos Aires, que ya desde antes de la creación del virreinato había conseguido un intercambio beneficioso con los buques comerciales británicos, que traían ropa y demás elementos europeos, y llevaban de regreso cueros y minerales de las entrañas del Potosí.
En este periodo que duró casi un siglo y medio, se desarrolló una modelo dependiente en lo económico, político y cultural, en el marco de una relación asimétrica con el Reino Unido, en la cual ellos nos decían que producir, a cambio de capitales e inversiones para poner nuestros productos en el puerto. La elite dirigente, aún con la incorporación de sectores dominantes de provincias como Córdoba, Tucumán y Mendoza, era mayoritariamente porteña, con un sector hegemónico ligado al comercio rentista agrícola-ganadero. El último acto de ésta etapa y de esta clase dirigente por mantenerse en el poder a toda costa fue el Pacto Roca-Runciman de 1933, por el que la Argentina se comprometía a renunciar al desarrollo industrial, a cambio de mantener el volumen decrecientes de las exportaciones de carne al Reino Unido. Pero la metrópoli estaba herida de muerte luego de la primera guerra mundial y sobretodo a partir de la crisis mundial que comenzó en 1929.
La segunda etapa comienza entonces a principios de la década de 1930, y nos pone cara a cara con Estados Unidos, el antiguo adversario por el liderazgo panamericano. Su irrupción como superpotencia mundial luego de 1945, pero en especial su jefatura indiscutida en todo el continente americano supuso una pesadilla que intentamos superar durante 75 años. Como se ha dicho mucho, Estados Unidos no solo no compraba los productos agrícolas que producía nuestra elite, sino que era nuestro principal competidor. La elite que la remplazó, conducida por Perón, logró formular un modelo de desarrollo industrial e inserción internacional sobre la base de la sustitución de importaciones comenzada en la década del 30. De forma realista, y sin dejar de pertenecer al bloque occidental, Perón planteaba con su tercera posición un grado de autonomía a las experiencias pasadas, que significaba un replanteo de las alternativas que nos condenaban a una nueva relación asimétrica semicolonial. Pero la reacción de la elite agrícola-ganadera logró derrocarlo en 1955. Frondizi intentó llevar a cabo en 1958 un modelo industrialista más amigable a la metrópoli, abierto al capital internacional, pero también fue derrocado. Entre la década del 70 y el 2001 vivimos el peor de los mundos. El deliberado achicamiento del aparato industrial fue complementado por la valorización financiera como mecanismo de apropiación de capitales, rentas e ingresos. La deuda externa fue un mecanismo eficaz de subordinación de toda política económica que desafiara el reparto de tareas internacionales dispuesto por la nueva metrópoli.
El resultado de esta segunda etapa de inserción internacional de Argentina tuvo como reflejo procesos migratorios intensos del campo a la ciudad, crecimiento de la pobreza, exclusión, endeudamiento publico, estancamiento económico, inestabilidad política, dictaduras asesinas y gobiernos democráticos débiles. Además de las disputas por la conducción del Estado, nunca se consolidó una elite industrial que defendiera el proceso contrario al mandato internacional. Muchos vendieron sus fábricas y se convirtieron en rentistas financieros o agrícola-ganaderos, cuando a partir de la década del 70 y en especial en los 90, el país se sumergía en el neoliberalismo.
Si bien la explosión del 2001 supuso un fin de época, recién puede decirse que cambiaron de verdad las condiciones de la inserción internacional de la Argentina en 2005. Para ese año ya se habían recuperado los precios de las materias primas gracias a la demanda asiática, pero sobretodo el país había renegociado la deuda externa con una quita superior al 60 %. A los pocos meses, se le pagó el monto total adeudado al FMI. En apenas un año, el hábil mecanismo de coerción que había funcionado durante cincuenta estaba desbaratado. No es casual que el último acto de esta etapa ocurriera en noviembre de 2005, cuando a la propuesta de la metrópoli norteamericana de establecer el ALCA, un acuerdo de comercio libre panamericano, la Argentina y Brasil dijeran que no, un hecho inédito en nuestra relación bilateral que siempre estuvo marcada por la desconfianza.
Mientras tanto, el ascenso definitivo de China a la condición de potencia mundial termina de definir el inicio de la tercera etapa de inserción internacional de la Argentina. En la primera década del siglo XXI, el intercambio comercial de prácticamente toda Sudamérica con Estados Unidos, salvo Venezuela y Colombia, bajó a la mitad en términos porcentuales. Al mismo tiempo, en apenas 7 años, China se convirtió en el segundo socio comercial de Brasil, Chile, Argentina, Perú, y tercero de Venezuela y Colombia, cuando antes era el séptimo u octavo.
Si se observan las estadísticas es notorio ver que los chinos compran productos agrícolas y petróleo, como venían haciendo las anteriores metrópolis de los dos siglos anteriores. Pero la potencia asiática también demanda muchos minerales. De hecho, el principal producto de exportación de Brasil a China es hierro. En tanto para Chile es el cobre, lo mismo que Perú y el estaño de Bolivia. Pero el caso del Brasil es el más llamativo. Es tal la demanda de minerales de China, que Brasil reprimarizó sus exportaciones a dicho país, que pasaron de un 20 % de productos primarios, a un 80 % en apenas 8 años.
Ahora bien, ¿será la industria, la minería o lo agrícola-ganadero el protagonista de esta etapa? Al parecer son todas. La industria para el mercado interno en crecimiento, el mercado regional y países emergentes de todo el mundo. La agricultura para Asia y Europa que se pelean por nuestros productos y los empujan a la suba. Y la minería para los chinos. Se ha publicado que el 25 % de la inversión mundial en 2010 en minería se concentró en América Latina.
Esta es la novedad de la etapa. En nuestro caso, doscientos años de historia argentina están marcados por el predominio de las elites de la pampa húmeda por sobre sus hermanos pobres del norte montañoso. Millones de inmigrantes y el 99 % de las industrias que se ubicaron en las tierras fértiles y cerca de los puertos del litoral, desbalancearon definitivamente al país. ¿Pero que pasaría si ahora se pusiera en jaque el predominio de esta región del país?
Esto nos pone frente al modelo minero argentino y que esperamos de él. Desde ya debe reclamarse que se cuide el medio ambiente. Pero en la proporción que se les exige a las industrias de la pampa húmeda. Es hipócrita pedirle a la minería del NOA, Cuyo y la Patagonia que dejen de existir, mientras quince mil industrias vuelcan todos los días desechos tóxicos en el Riachuelo de Buenos Aires, en cuya cuenca viven diez millones de personas. Suela a elite pampeana que no quiere perder su hegemonía y le gustaría que el resto de país sea solo una postal turística. Del otro lado, es necesario hacer todos los cambios para que se reinviertan las utilidades de las empresas mineras, aumenten las regalías y beneficios para las comunidades locales y se consiga la asociación de las multinacionales con empresas locales. Nunca tendremos una burguesía minera si lo único que hacemos es subsidiar a las grandes multinacionales.
En definitiva, estamos frente a la chance de un nuevo modelo de desarrollo, que equilibre nuestro país como no ha ocurrido desde hace doscientos años, pero que al mismo tiempo permita plantear una relación mutuamente provechosa con la metrópoli asiática que demanda lo que producimos, al mismo tiempo que nos integramos como nuestros vecinos. Esto último nos va a permitir escapar de las tareas internacionales como imperativo ineludible, y volverá viable un proyecto diversificado de producción agrícola-ganadero, industrial y minero, que nos haga prósperos y fuertes, como para defender nuestros intereses y plantear objetivos globales como nunca lo conseguimos en toda nuestra historia.

17 de febrero de 2012

Otro punto de vista en torno a la discusión por Malvinas




Cuesta creer que el Primer Ministro Británico haya llamado al Presidente Chileno para hacerle cambiar el apoyo de su país a la soberanía argentina en Malvinas. Lo mismo cabe para la visita del canciller británico a Brasilia el 18 de enero, cuando tuvo que escuchar en público a su colega brasileño afirmar que Brasil apoya la soberanía argentina sobre las Malvinas, y le recordara las resoluciones de la ONU que instan a los dos países a negociar.

Más que revertir la medida tomada por MERCOSUR de prohibir la entrada de buques a los puertos de la región, que tiene un efecto más político que económico, es probable que el gobierno de Cameron se haya propuesto fortalecer los vínculos en Sudamérica al más alto nivel, para evitar que prosperen nuevas medidas de aislamiento propuestas por la Argentina.

Seguramente, el gobierno de Londres le echo la culpa a las anteriores administraciones de haber descuidado la diplomacia en esta parte del mundo, y pidió a sus embajadores en la región que dupliquen sus esfuerzos para deslegitimar al gobierno argentino y buscar interlocutores directos entre las Islas y la sociedad civil de Sudamérica. Nada de lo ocurrido durante los últimos días es casual. En esta línea se observa el viaje de 19 empresarios uruguayos a Malvinas promovidos por la Cámara de Comercio Británica, la violencia de los “soldados de Malvinas” en la puerta de la Casa Rosada y en plena 9 de julio delante de todas las cámaras, la falaz nota periodística de jóvenes argentinos que no apoyan el reclamo de soberanía, y varios artículos de idiotas a sueldo, como Lanata, Caparros y Silvina Walger, que odian tanto a Cristina que para criticar su posición banalizan el tema. Un recuadro especial merece la noticia de color difundida en todo el mundo del regalo de San Valentin que la duquesa Kate Middleton le envió al principe Guillermo, en misión militar a las Malvinas.

Pero más allá del duro intercambio verbal de los gobiernos y del intento británico de provocar una reacción desproporcionada de parte de Argentina, si pueden anotarse tres hechos significativos que cambian decisivamente el escenario sobre el tema Malvinas respecto de la década del ochenta, en incluso los noventa.

El primero es el apoyo unánime de la región al reclamo argentino. En esto tiene que ver el fortalecimiento de las democracias sudamericanas y la creciente autonomía de sus políticas exteriores, en este caso para contradecir los intereses de una potencia nuclear. Desde ya también la integración y cooperación regional en todas las áreas, incluyendo la militar, de forma tal que no existen incentivos para ningún país en mantener una relación privilegiada con una potencia extraregional, como para disuadir a algún vecino molesto. Tabaré Vázquez fue duramente criticado en su país por haber intentado algo por el estilo durante el conflicto por Botnia.

El segundo punto relevante es la declinación de Gran Bretaña como potencia global. Ya no se trata de su reemplazo por Estados Unidos en materia de manufacturas o finanzas, hecho ocurrido luego de la segunda guerra mundial. Es que el tamaño de su economía ya es menor a la de Brasil y su diplomacia no cuenta siquiera con el manejo del acceso a su mercado para nuestros productos agropecuarios. Esa decisión está en manos de los burócratas de la Unión Europea. Para colmo, los recortes presupuestarios y la crisis en la Europa continental la condenan a un crecimiento escuálido para los próximos años.

Por último, la clave es la revalorización de las materias primas en el marco del ascenso pacífico de China en el nuevo escenario del poder mundial. En apenas veinte años todo ha quedado patas para arriba. Las manufacturas se abarataron, y las materias primas, otra vez escasas, volvieron a revalorizarse, para convertirse en recursos estratégicos, más allá de su valor de mercado.

Los británicos, como los europeos en general, están perdiendo terreno en la competencia con China en África. El norte del continente negro era su última frontera, comparable al Caribe para Estados Unidos. La primavera árabe se enmarca en esta nueva etapa, en la cual la acción militar no está descartada, en la medida que la diplomacia no tiene demasiado que ofrecer. Incluso las políticas migratorias, cuestión tan importante para los gobiernos de África, están también en manos de Bruselas. En el caso de Libia, por ejemplo, China tenía antes de la caída de Kadafi, 35.000 trabajadores de la industria del petróleo y la construcción, proyectos de infraestructura por 18 mil millones de dólares (entre ellos estaba terminando 100.000 viviendas) y compraba el 11 % de su petróleo.

Recién este mes de febrero de 2012 un ministro chino llegó a Trípoli para comenzar el lento proceso de reclamar por sus inversiones, además de la caída de todos los contratos, que el nuevo gobierno pretende mantener “en la medida que beneficien al pueblo libio”.

En este contexto, la disputa por Malvinas toma otra dimensión. Sudamérica percibe que un país extracontinental está explorando la plataforma continental en busca de la continuidad del yacimiento encontrado por Brasil frente a su costa. Los británicos necesitan una renta que los saque del estancamiento y el agotamiento de los pozos petroleros del Mar del Norte. En unas décadas, comenzará la exploración de los recursos naturales que todos saben que existen en la Antártida, y la presencia británica en el Atlántico Sur se justifica solo por eso, aunque no haya en Malvinas más petróleo que un solo barril.

Esta claro que ningún gobierno del Reino Unido va a entregar las Malvinas, a menos que un interés vital para su país esté en riesgo, o la conveniencia económica los haga cambiar de opinión. Probablemente los británicos que ganaron la guerra del Opio y humillaron a China en 1850, pensaron que la devolución de la isla de Hong Kong en 150 años, como se estableció, nunca se produciría. Pero en 1997 debieron entregarla, porque era mas costoso decirle que no a una nación de 1.300 millones de habitantes, cohesionada, prospera y en ascenso.

Por eso, estamos en el camino correcto. Una explotación petrolífera de altísimo costo en Malvinas difícilmente pueda sostenerse sin una mínima red de abastecimiento en Sudamérica. Puede que nuestra generación no vea el fruto de esta política madura y coherente. Pero está claro que la Argentina inserta en una Sudamérica próspera, unida y pacífica, tendrá muchas más chances de lograr el objetivo más temprano que tarde.

8 de agosto de 2011

Aislados del mundo




A poco más de dos meses de la elección presidencial, el clima de campaña en la Argentina no parece el habitual en un escenario electoral. La mayoría de los candidatos, tanto nacionales como provinciales, han decidido postergar toda afirmación de una política pública determinada, para concentrarse en transmitir mensajes de unidad, de confianza, de cercanía con el elector, de “imágenes que generen emociones, en lugar de discursos que postulen ideas”, como dice Duran Barba.
La coincidencia del slogan entre Scioli, Luis Juez y la dupla Alfonsín-De Narváez: “yo creo en vos” es una perlita que nos debería dejar pensando. ¿Es preciso decir tan poco? O mejor dicho, no decir nada. Posiblemente en las encuestas, la importancia del “Estado”, de “la política”, de “lo público”, haya caído profundamente desde el año 2003 hasta acá. La gente tiene más confianza en conseguir lo suyo por sus propios medios, cuando no piensa que el Estado en general estorba, o es injusto en el reparto de beneficios sociales.
Entonces esa apelación a la unidad, a evitar conflictos, a la paz, a superar la contradicciones y concentrarse en lo que nos mantiene “juntos”, otra palabra que estaba en la campaña de Macri y Aguad en Córdoba, se manifiesta como conservadora, como expresión de la satisfacción de la mayoría con el status quo. “Juntos” significa también “no sin mi consentimiento”. Es decir, ningún cambio en el que no se alcance el “consenso”, lo cual habilita a toda minoría a bloquear cualquier cambio.
Esta fantasía de país en paz y unido fue también el eje de la campaña de aquel joven Obama, allá por el 2008. Frente a la división y polarización que había generado Bush en su mandato, provocando que no se pueda hablar de política en muchas casas norteamericanas para evitar peleas, Obama venía a recomponer todo lo que los hacía ser parte de una misma nación, orgullosa de su historia y de sus valores.
Lamentablemente para Obama, pero sobre todo para quienes votaron por él, su exitosa campaña no pudo hacer nada contra el surgimiento de un poderoso grupo conservador de derecha, conocido como Tea Party. En los primeros días de agosto, un agotado Obama debió ceder a la presión de esta minoría y promulgar una serie de recortes del gasto que van contra sus promesas más sensibles, a cambio de un escuálido alivio en la extensión del tope de la deuda externa. Y esta fue solo una de las tantas derrotas que una minoría de derecha le provocó a quien venía a “gobernar para todos y todas”, y que no supo o no quiso, mientras pudo, utilizar su poder para hacer de Estados Unidos un país más justo, mas productivo y más saludable ambientalmente.
Hay que ver las cosas que se dicen sobre el “terrorista” Obama desde estos sectores, para darse cuenta que la “unidad” con estos grupos es imposible.
¿Y que pasa en otras partes del mundo? La crisis económica esta acumulando demandas insatisfechas en el Reino Unido, Irlanda, Portugal, Italia, España, Israel y sobretodo en Grecia. Ya han caído varios gobiernos, hay elecciones anticipadas, y los debates en los sistemas políticos están lejos de buscar consensos. Los paquetes de ajustes se aprueban con apuro y con los votos justos, sin sobrarles nada. Además, los conflictos se expresan en la calle y con la policía reprimiendo a los manifestantes por puro deporte, que se indignan por lo palos y porque están pagando los platos rotos de los banqueros y su codicia. Incluso, sus manifestaciones ya no solo se limitan a lo económico, sino que también aparecen reclamos por otros motivos, como el racismo, el aumento de precios y la violencia policial.
Nadie en estos países está apelando a la “unidad”. Lo que quieren es no ver mas a los responsables de la crisis, quieren echarlos a todos, y si es posible ver gente presa. Hay claramente un “nosotros” y un “ellos”, como nos pasó a nosotros en 2001. Decirles que “juntos es mejor” es insultar su inteligencia.
También en Chile por estos días hay palos para los estudiantes que reclaman algo que nosotros tenemos, como es la educación pública gratuita en todos los niveles, demanda social que ya convocó su primer paro general. Las encuestas dicen que el 80 % de la población está de acuerdo con el reclamo. Por contrapartida, Piñera bajó su popularidad hasta un mínimo del 26 %. A ningun manifestante se le ocurriría apelar a la “unidad” con la derecha de Chile, uno de cuyos exponentes más importantes acuso a los manifestantes de “inútiles subversivos”.
Es decir, la democracia es básicamente un sistema para procesar las demandas sociales insatisfechas por vías pacíficas. Lo peor que puede hacerse es negarlas, silenciarlas o reprimirlas como forma primaria para evitar que crezcan, se unan con otras y terminen adquiriendo una expresión política, que sería lo ideal, o una reacción violenta, que ya tuvimos demasiado.
Ahora bien, quienes luchan por ampliar sus derechos o tan solo defenderlos, lo hacen frente a quienes no quieren concedérselos, eso es lógico, como lo postula Laclau. Y eso determina identidades, parcialidades, minorías y mayorías que impiden el surgimiento de un “nosotros”, de un “juntos”, como postulaba Obama, y repiten hoy tantos candidatos en la Argentina.
A esta altura es clara la intención de diferenciarse del estilo confrontativo con el cual las editoriales de los diarios hacen hablar a Cristina Fernandez de Kirchner. Pero eso no va a evitar la dialéctica de confrontación/cooperación que hace a la vida pública en todo el mundo, aunque quieran mantener a la Argentina aislada del mundo.

14 de mayo de 2011

El renacer Argentino





El renacimiento de la Argentina como país a partir de altos niveles de crecimiento durante casi una década, nos coloca frente a nuevas oportunidades y desafíos en la escena internacional que merecen explicitarse. La recuperación industrial hace tiempo dejo de ser un rebote, y estamos por encima de los niveles record de cualquier época. Por caso, la producción proyectada de autos de este año, de alrededor de 800.000 autos, es el doble que la de 1994, el mejor año de la década del noventa. Estos resultados son auspiciosos si además se le suma la tasa de inversión del 23 % del Producto Bruto y un mercado interno pujante. Variables como estas, permiten suponer la continuidad de la expansión económica. Claro que también tenemos desequilibrios, como la inflación y las crecientes importaciones.
Para ambas cuestiones, la solución viene por el lado de la demanda. Es decir, ampliar aún más la producción para superar los cuellos de botella y los ajustes por cantidades, de forma tal de aumentar la disponibilidad de bienes y servicios en el ámbito local, y acelerar el ritmo de exportaciones para acompañar el desempeño de las importaciones. Aquí se presenta el problema de que buena parte de las grandes empresas que operan en la Argentina son extranjeras. Sus decisiones de inversión se toman fuera de nuestro país, y en lugar de invertir sus ganancias, prefieren repartir los dividendos en el exterior. Frente a ello, entre otras medidas, se deben acentuar los incentivos a reinvertir las utilidades, a compensar sus importaciones con exportaciones, y a integrar pymes a sus cadenas de producción, sumando eslabones de agregación de valor. Además, el Estado debe ayudar con créditos y apoyo en misiones al exterior a las empresas argentinas chicas a convertirse en medianas, y a las medianas en grandes. Ellas son las que naturalmente van a acumular capital en el país, y sostener el nivel de crecimiento.
Pero también los demás actores juegan. El resto de los países que compiten contra nuestros productos, no están tan encantados con nuestra recuperación. Por estos días aparecieron conflictos con los dos países con los cuales tenemos los mayores déficits comerciales: Brasil y China. Restricciones a las importaciones tomadas por nuestro país están siendo retaliadas por contramedidas de esos países, que no se dan cuenta que son quienes tienen más que perder en el corto plazo, pues están en riesgo saldos comerciales que los benefician. Es cierto también que nuestro país es terriblemente dependiente de un puñado de productos de exportación y concentra gran parte de sus exportaciones industriales a Brasil. Por eso hay que saber que no habrá mayores niveles de autonomía, y capacidad de negociación, si no conseguimos diversificar la producción y abrir nuevos mercados.
En este sentido, el futuro de la Argentina está en Asia. Nuestro país tiene que ser capaz de generar un espacio de cooperación e intercambio económico entre Sudamérica y Asia, al estilo del que tenemos con Europa o el Medio Oriente, con una cumbre anual de presidentes, y reuniones ministeriales semestrales. En ese continente no solo se ubican 1/3 de la población mundial, a la cual hay que alimentar, vestir y entretener. También tienen economías con similares niveles de desarrollo al nuestro, y enormes posibilidades de complementación. También Africa, en especial el Magreb, Egipto y Medio Oriente, comparten algunas de esas características. Pero la cercanía e influencia por parte Estados Unidos y Europa en esas regiones, hacen muy difícil que podamos encontrar un nivel de comercio, inversiones y cooperación, que no nos hagan competir y perder frente a las empresas del primer mundo, que ven en estas geografías los patios traseros de su abastecimiento energético, y barreras de entrada a los inmigrantes indeseables. Naturalmente, lo mismo vale para el caso de México y Centro América en nuestro continente.
La oportunidad es grande. Tenemos la chance de proyectar el desarrollo de la Argentina, fijar su matriz de acumulación, y resolver el problema de la pobreza en menos de dos décadas. Para eso, hay que vencer la inercia que nos lleva a seguir disfrutando pasivamente de los niveles de renta de la soja, que nos atan a China y Europa, y el negocio de las multinacionales industriales, que nos atan a Brasil. En cierta forma, estamos atravesando uno de los momentos más trascendentes de los próximos cien años. Podemos ser dóciles, y respetar la nueva división internacional del trabajo, o ser rebeldes, aprovechar al máximo los niveles de autonomía que tenemos, y construir una inserción internacional independiente. En poco tiempo podemos ser un país importante, si nos atrevemos.
Algunos de los atributos de la política exterior de un país son tener una economía y un mercado interno que funcionen, tener cierta cohesión política y social que no se ponga en riesgo en cada cambio de gobierno, y tener conflictos que no amenacen la existencia misma del Estado. Hace diez años no teníamos resuelto ninguno de estos elementos. Hoy por suerte si. Todavía nos falta definir o, en todo caso, falta volver irreversible lo que Alberdi llamaba la “ley del desarrollo” de cada nación, su modelo de país, su modelo de inserción.
Los próximos cuatro años pueden marcar ese camino. De ello depende no volver a cometer el error de la década del 30 del siglo XX, cuando la elite dirigente nacional prefirió sellar nuestro destino colonial, pensando que solo así podríamos superar la crisis de aquellos años. Hoy sabemos que los demás países solo respetan a los que se hacen respetar, y eso implica no hacer lo que ellos quieren. Por eso, los conflictos que sobrevengan no van a implicar más que las tensiones de romper con 200 años de atraso y subdesarrollo. Así que nadie se asuste.

9 de febrero de 2011

Egipto en Red


En relación a la proliferación de diagnósticos acerca de Egipto y su crisis política creo que es útil despejar de la maraña informativa algunos aspectos. El primero tiene que ver con la configuración de un sujeto político, social y cultural que no son los partidos políticos, las organizaciones de la sociedad civil, los líderes religiosos o los grandes medios de comunicación. Se trata de lo que Antonio Negri llama Multitud. Actor sin voluntad unificada, sin vanguardia ni programa de acción. No se trata de un pueblo, en una sus tantas acepciones políticas, porque en la Multitud no se resume toda la sociedad, no se masifican los reclamos y se procesan en general a través de un liderazgo (político, gremial, religioso, movimientista, etc). En el caso de la multitud no se produce ese mix que homogeiniza a los grandes colectivos. Cada uno es en la Multitud uno mismo y no uno más. Eso le da complejidad, riqueza y lo hace impredecible. Este nuevo sujeto es posible, en parte, producto de la desarticulación de las relaciones de producción del siglo XX y su correlato en la pérdida de legitimidad de las organizaciones sociales institucionalizadas en los sistemas políticos, que no pueden dar respuesta a los fenómenos de nueva marginalidad, inestabilidad laboral y desempleo masivo. Sucede entonces que cuando los gobiernos quieren encarcelar a los cabecillas (fundamentalmente a quienes tienen una historia de militancia colectiva de algún tipo), se encuentran que están apenas deteniendo a los propagadores, a los nodos más activos, pero la llama que ellos difunden está siendo prendida en cien lugares mas al mismo tiempo, de forma tal que nunca pueden extinguir el fuego porque no hay una cabeza que cortar. Así funcionan las redes distribuidas.

También es cierto que hasta ahora, es más fácil que puedan surgir estos movimientos a partir de una noción negativa, una consigna “Basta!”, como puede haber sido el 13-M en Madrid, o las revueltas en Asia Menor en lo que se llamó la Primavera de las Redes, y que está bien explicado por David de Ugarte. Es probable que este elemento último elemento explique en parte porque los partidos y movimientos históricamente opositores a Mubarak recién ahora estén tomando algo de protagonismo en un diálogo con el régimen, que por otra parte los manifestantes rechazan por claudicante y colaboracionista. Manifestantes que son en su mayoría jóvenes, que no se sienten representados por nada ni nadie, que no militan en ninguna organización, no tienen una ideología clara y canalizan su desesperanza como pueden, como en cualquier parte del mundo.

Antonio Negri dice que esta Multitud tiene un comportamiento que se asemeja a un enjambre, en la manera que se mueve y sus integrantes entrar en contacto para producir acciones. En este sentido, las fotos de los hombres y mujeres rodeando los tanques durante los peores momentos del conflicto se asemejaban bastante a la imagen de los insectos atacando a un elefante. También dice Negri que la inteligencia del enjambre está precisamente en su comunicación. Repito: la inteligencia está en la comunicación. Quizás alguno de los asesores de Mubarak leyó el libro, porque una de las primeras reacciones frente a la protesta fue cortar Internet, que era el canal por donde se transmitían las consignas.

Ahí aparece la segunda de las cosas que más llaman la atención, porque un analista pronorteamericano como Jorge Castro, que es uno más de todos los que han escrito desde diarios hegemónicos y antipopulares, escribió en Clarín que para esos jóvenes “el mensaje es el medio”. Es decir, nos está proponiendo a Internet como una ideología en si misma, y no como un medio, una herramienta por el cual los manifestantes se comunican. Esto no deja de ser interesante, porque alrededor de Internet se construye un relato que la convierte en metáfora de libertad, revolución, modernidad, democracia, y otros valores fundamentalmente occidentales. De alguna manera, Internet estaría provocando en Medio Oriente la caída de un supuesto muro de Berlín Musulmán, a partir del cual los jóvenes árabes van a amar sus blackberrys y sus jeans, y las mujeres van a andar con el pelo suelto. Así logran una conjunción entre la sociedad de consumo occidental, con sus twitter y facebook, y los jóvenes árabes, a los cuales se les vacía su verdadero discurso revolucionario, antisistema, antinorteamericano y antiisraelí, para destacar fundamentalmente el uso de la tecnología y las redes.

Esto que hacen es obviamente adrede, y omiten un hecho clave. La sociedad de consumo, individualista y alienante, es precisamente opuesta a todo movimiento popular, participativo y concientizador, porque a diferencia de este, nos mete en un mundo privado y de consumo, en lugar de dejarnos expresar en la calle. Incluso, decir que internet es un espacio participativo es pura mentira. Está probado que la hipótesis de que ahora los ciudadanos pueden expresarse es un fenómeno de excepción. Todavía los grandes emisores, los medios, entre otros, acaparan el 90 y pico por ciento de la información de la web. El fenómeno de los blogger es mínimo, y solo se leen muy pocos y sobretodo recién cuando los grandes medios los empiezan a comentar, a subir a sus plataformas, o consiguen algún otro tipo de financiamiento, por ejemplo de organismos de inteligencia nacionales y de otros países. Creo que un caso testigo de esto son los famosos blogger cubanos.

Bien, habiendo dicho que internet es un medio y no un fin, y que es masivamente usado para consumo y entretenimiento, hay que decir algo importante. Internet también es el ámbito físico, el espacio de encuentro, por decirlo de alguna manera, en el que el nuevo actor, la Multitud, toma conciencia de si misma, se vuelve inteligente diría Antonio Negri, y emprende por la paz o por la fuerza los cambios sociales que consigue articular de una forma imprevista. Ese ámbito que constituye Internet, es similar a lo que eran las grandes fábricas de la primera mitad del siglo XX en las cuales los trabajadores se encontraban todos los días, tomaban conciencia de si mismos, les permitía fortalecer las organizaciones sindicales y mejorar sus condiciones de vida.

También Internet permite romper el cerco que los Estados de Sitio y el Toque de Queda intentan proponer. Allí donde esta prohibida toda reunión, aparecen mil foros. Y cortar la Web, como antes se declaraba feriado un día de huelga, así los trabajadores se quedaban en sus casas, como intentó Ongañía durante el Cordobaza, solo puede ser por un tiempo limitado, porque la censura a Internet es equiparable a la libertad de prensa, tótem sagrado que no se puede tocar sin convertirse en Dictador. Así, Internet conspira contra el miedo, contra la represión, porque en apariencia el ciberactivismo no genera consecuencias físicas desfavorables, como un tiro en la cabeza o un palazo en la nuca.

Internet cumple ese rol, luego de décadas de “no lugar”, de que el desempleo y los mayoritarios trabajadores de servicios de la actualidad perdieran su identidad de clase, si quieren, de generación, puede ser, o de simples ciudadanos de estos Estados delegativos, que conforman las democracias actuales.

Por último, y por fuera de este diagnóstico falso, que nos muestra las revueltas en Medio Oriente como una reacción de la modernidad contra gobiernos corruptos y cuasimonarquícos, está la lucha de la mayoría del pueblo egipcio y de otros países de la región, por un Estado y un gobierno que procese sus demandas, tanto en política interna, económica y social, y externas. Si consiguen sus objetivos, estos no implicarán una mayor occidentalización, como sobrevuela en muchos discursos periodísticos, sino posiblemente un gobierno teocrático moderado en el país más importante de Medio Oriente. Semejante cambio en el tablero, puede suponer una crisis grave en la estrategia del gobierno israelí, que ve abrirse un nuevo frente de conflicto en el Sur, junto cuando confiaba que su estrategia de superioridad militar, unida al garrote y la zanahoria norteamericana, iba a quebrar la resistencia palestina y desarticular de cualquier forma la amenaza iraní. Ahora, sin una legitimidad conseguida en una negociación, sin socios fuertes en la región, y con un Obama que no se entiende si apoya o no a su socio Mubarak, el resultado de la Primavera Egipcia parece preanunciar mucha inestabilidad a la región más inestable del mundo.

25 de enero de 2011

El detrás de escena del lockout






El pasado lunes 17 de enero comenzó un nuevo paro en la comercialización de cereales y oleaginosas en Argentina impulsada por la mesa de enlace que nuclea las cuatro principales asociaciones de productores agropecuarios del país: La Sociedad Rural Argentina (SRA), la Federación Agraria Argentina (FAA), las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) y CONINAGRO.

Los mayores reclamos que alentaron la protesta se basan principalmente en dos: por un lado el rechazo a los cupos de exportación establecidos por el gobierno, aunque no siempre se expresa abiertamente, y por otro la posibilidad de acceso al precio pleno del trigo por parte de los productores, especialmente a los que poseen menor poder de negociación frente a las empresas multinacionales como son los pequeños y medianos productores.

Tomando como punto de partida el primer reclamo, es útil hacer una breve reseña de la función que tienen los cupos de exportación.

El establecimiento de cupos a la exportación sobre bienes de primera necesidad como es el trigo, tiene como objetivo regular el abastecimiento del mercado interno. Es decir, una vez asegurado el abastecimiento del mercado interno, el saldo producido por encima del cupo puede venderse al mercado internacional.

Si no existiera esta regulación, el precio interno del trigo sería determinado por el mercado internacional y aún siendo un país productor de este bien, pagaríamos por el pan un precio establecido por variables externas. Esto resulta más peligroso en el contexto actual post crisis mundial donde los flujos internacionales de capital se refugian en este tipo de commodities y su precio no refleja necesariamente la escasez del producto.

En nuestro país, los cupos se instrumentan a través de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (ONNCA), donde deben presentarse las solicitudes de permisos de exportación, para esto deben adelantarse fondos de las retenciones y luego se procede a la comercialización.

Entonces, la función del establecimiento de cupos no es otra más que atender el mercado interno asegurando su abastecimiento y así también se regula el precio del trigo y sus derivados. Es decir que esta medida apunta a defender el bolsillo de los consumidores nacionales, al controlar el precio que pagamos por el pan que tenemos en nuestra mesa.

En segundo lugar, otra de las banderas que levanta la mesa de enlace es la necesidad que tiene el pequeño productor de poder acceder al precio pleno del trigo que produce.

Cuando hablamos de precio pleno, nos referimos al precio de exportación menos las retenciones y costos de embarque. A primera vista el reclamo parece razonable, pero si investigamos un poco más como se compone la cadena de comercialización en nuestro país, salen a la luz otras cuestiones que al menos resultan contradictorias.

Los productores asociados a la Federación Agraria y a Coninagro, siendo en su mayoría pequeños y medianos, debería poder acceder al precio pleno por sus granos a través de sus patas exportadoras: Agricultores Federados Argentinos (AFA) vinculada a la Federación Agraria y Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) vinculada a Coninagro .

Ambas empresas poseen una amplia capacidad de acopio y exportación, por lo cual no debería ocurrir que estas empresas perjudiquen a sus propios cooperativistas pagando un precio inferior al pleno. Es decir, si el reclamo al gobierno se dirige a la posibilidad de acceso a este precio, las mismas empresas exportadoras de aquellos que encabezan la protesta deberían cumplir con este precio y no perjudicar a sus propios productores.

La realidad muestra que estas empresas realizan las mismas prácticas abusivas que las multinacionales como Cargill hacen con los productores más indefensos y con bajo poder de negociación pagando por la producción precios inferiores al pleno. Según declaraciones Fabián Francioni, intendente de Leones, ambas empresas abonan a los productores precios inferiores al denominado precio pleno que reclama la mesa de enlace.

Esta situación nos deja entrever que el objetivo del lock out al menos en sus “lideres” no sería verdaderamente la reivindicación del pequeño productor sino más bien una muestra del poder económico y de intenciones políticas de fondo.

Ahora bien, ya pasamos revista sobre los “reclamos” de la mesa de enlace, veamos que otras políticas ha tomado este gobierno sobre los productores de trigo.

La política para el sector gira básicamente alrededor de los siguientes puntos: En primer lugar se apunta al cuidado del suelo y su rotación con otros cultivos como el maíz, trigo, soja y girasol. El segundo punto es el logro de la siembra de trigo por parte de todos los productores que deseen hacerlo, especialmente en las zonas afectadas por la sequía en el sudoeste de Buenos Aires, para esto se creó el fondo rotatorio para el financiamiento a tasa cero para la compra de semillas y gasoil. En tercer lugar se buscó garantizar un mercado para la producción, con este objetivo se abrieron cinco consejerías agrícolas. También se facilitó el financiamiento a tasa cero para los productores a través de créditos del Banco Nación para costear las erogaciones que implican retener la producción a fin de no vender a un precio inferior al pleno.

Con las políticas mencionadas y el logro de un contexto macroeconómico estable, los objetivos requeridos por el sector se están cumpliendo. Esto refleja una vez más que las verdaderas intenciones del paro impulsado por la mesa de enlace tienen un trasfondo político más que de reivindicaciones sectoriales.

Existe claramente una decisión política de este gobierno de apoyar a los productores y de fomentar la industrialización de la producción primaria para lograr una mayor generación de valor agregado a nuestros productos. No olvidemos que hace una década el sector agropecuario se encontraba devastado y la mayor parte de los campos estaban siendo rematados.

En palabras del titular del INTA Rodolfo Casamiquela, el mediano productor tuvo este año una rentabilidad que supera en 40% la media histórica del sector. La cosecha de este año es el doble que la de 2009, sin embargo aparecen reclamos vinculados al precio de comercialización, pero este año hay 14 millones de toneladas, el país consume 7 millones, es decir que la mitad es saldo exportable.

En conclusión, los reclamos que originaron el lock out agropecuario que finaliza hoy, tal como los plantea desde la mesa de enlace, quedan al menos sin sustento en la realidad y si bien hay mucho trabajo por hacer, enumeramos algunas políticas activas que se están realizando en beneficio de los pequeños productores y consumidores de nuestro país.

No hay que olvidarse que el Estado debe articular los intereses de todos los habitantes y no sólo los de un grupo de poder concentrado.

Mercedes Ramos

24 de noviembre de 2010

La reacción de Estados Unidos




La derrota de Obama en las elecciones legislativas de noviembre de 2010 no implica solo un freno total a la agenda de reformas del gobierno demócrata. También tiene un correlato internacional. Este se manifestó como primera medida a través del anuncio, previo a la cumbre del G-20 en Seul, del plan para imprimir otros 600 mil millones de dólares para impulsar la frágil recuperación económica norteamericana.

La nueva avalancha de dólares devaluados, ordenada de manera inconsulta y sin coordinarla con los demás países, representa un intento por exportar la crisis y achicar su propio déficit comercial y fiscal. Al mismo tiempo, constituye una medida tendiente a romper la tendencia hacia la profundización de los nuevos equilibrios comerciales generados en los últimos años, y que tienen a Asia como principal triunfador del Nuevo Orden Mundial. En particular, Estados Unidos y Europa esperan reconvertir sus modelos de desarrollo a partir de industrias de alta productividad y elevadas exportaciones al estilo alemán, pero hasta el presente lo único que se percibe es que ninguna producción va a reemplazar en el corto o mediano plazo a la industria de las finanzas y el endeudamiento, que alimentó su crecimiento durante los últimos quince años. Los casos de Irlanda e Islandia, entre otros, son una prueba de esta falta de proyecto, que se evidencia cuando sobrevienen explosiones de las burbujas financieras e inmobiliarias.

El tema con Estados Unidos es que Obama, un presidente que solo pudo haber llegado al poder porque una mayoría quiso sacar a los republicanos de la Casa Blanca, se está enfrentando con un mundo que no lo ayuda a resolver sus problemas internos. El multilateralismo que pregonó, en oposición al unilateralismo de Bush, no obtuvo ningún resultado apreciable. El electorado también se cansó de ver a su presidente de gira por el mundo sin traer nada a cambio. En este sentido, es bastante posible que el próximo presidente norteamericano no vaya a repetir la misma receta esperando conseguir una respuesta distinta. Quien suceda a Obama, luego que fracase en su intento por ser reelecto en 2012, será menos flexible a las demandas de sus socios, y más duro con sus adversarios externos.

Al mismo tiempo, no es novedad el hecho que las instituciones surgidas en Bretton Wood para regular el mundo de la segunda posguerra, no están a la altura de las amenazas actuales a la paz y prosperidad internacional. Y no es dotándole al Banco Mundial de más recursos, u otorgando mas poder de voto a los países emergentes en el FMI. Estos organismos fueron creados de forma tal que emparchándolos solo se consigue perpetuar sus fines acotados, su metodología inapropiada y sus paradigmas neoliberales. Distintas son las críticas para las Naciones Unidas, pero el diagnóstico es similar, y tampoco se va a solucionar con tres o cuatro sillas nuevas en el Consejo de Seguridad. Lo que cabe para los países emergentes en este punto, es esperar que terminen de decantar los cambios económicos y políticos que marca la tendencia, aunque puedan demorarse un par de décadas.

Por tanto, el escenario de multipolaridad que muchos todavía ven, ingenuamente, como mas democrático y equilibrado, posiblemente se torne inestable, imprevisible y violento. En el medio, la exportación de commodities que América del Sur le vende a Asia, sobretodo a China, puede tener enormes fluctuaciones que van a generar crisis fiscales y el agravamiento de pujas distributivas. Esto también pone presión sobre nuestros modelos de desarrollo e inserción internacional, que deberán enfocar los actuales superávit en fortalecer la innovación productiva y, al mismo tiempo, hacer transferencias de ingresos, bajo la idea que distribuir la riqueza genera crecimiento. Por lo pronto, cuando la pelea por la hegemonía mundial se torne virulenta, nosotros estaremos en el área del globo más pacífica que existe, fortaleciendo el mercado interno regional, y tratando de solucionar nuestro mayor problema que es la desigualdad, sobretodo después de la asunción del dialoguista Santos en la presidencia de Colombia.

29 de octubre de 2010

Poner el cuerpo


Borges dijo alguna vez que durante el último segundo de vida de una persona, puede pasar que se le revele el sentido de su existencia; la razón de su muerte.

Nestor Kirchner es parte de una generacion que creyó en la política como herramienta de transformación, y en el Estado como instrumento principal de las clases populares para enfrentar a los grupos concentrados de poder. Su generación fue la última que se atrevió a dar la vida por esos ideales: puso su cuerpo frente a las balas de la triple A y los campos de concentración de la dictadura.


A los sobrevivientes, la vida volvió a sorprenderlos con la posibilidad cercana de convertir sueños en realidades. Ese milagro ocurrió con la inesperada elección de 2003, que llevó a Kirchner a la Casa Rosada. En estos años, y aún con errores y condicionamientos de todo tipo, se consiguió reconstruir la autoridad presidencial, poner en marcha politicas sociales revolucionarias, meter presos a los genocidas, desactivar la bomba de la deuda externa, y desarmar enormes negociados de grupos finacieros y economicos. Se creció como nunca, y se logró el increible resultado de reindustrializar el país, que venía en caída libre desde las políticas antinacionales de Martinez de Hoz.


Pero con el correr del tiempo, la toma de conciencia general del 2001 se olvidó. La propia sociedad cambió su agenda, a medida que se alejaba del infierno. Subida al caballo del consumo, empezó a demandar políticas que no estaban en el repertorio, que no estaban en las banderas, que no eran partes de las viejas luchas, que hablaban mas de los egoismos de la década del noventa, que de los sacrificios de aquellos jóvenes de los 70.


¿Podía evitarse eso? ¿Podía Kirchner ser diferente a si mismo? ¿Era inevitable que la sociedad se cansara de un gobierno? ¿Faltaba inteligencia, pragmatismo, sentido de la oportunidad, saber seguir la ola? Lo seguro era que no habría una tercera chance para esta generación. Lo que no se hiciera en este período, quedaría trunco. ¿Que hacer entonces con todo lo que faltaba, con todas las transformaciones inconclusas? ¿Que hacer para revertir la tendencia?


El destino quiso que ayer por la mañana el corazón de Nestor Kirchner no resistiera el peso de un país. Dos operaciones este mismo año le habían señalado las limitaciones que insistió en desconocer. Y era lógico que así fuera. Nestor terminó poniendo su cuerpo, y se fue a reunir con sus compañeros y compañeras que lo hicieron también hace treinta años, sin importarles otra cosa más que el destino del país y la felicidad del pueblo. En este sentido, su muerte cierra un circulo perfecto.


Tan grande acto de generosidad por una causa política, totalmente desactualizado para una sociedad anestesiada como la nuestra, causa admiración, respeto o, al menos, descoloca a sus adversarios. Quienes tuvieron la bajeza de festejar por un momento su muerte, deben estar reflexionando. El enorme hecho politico que constituye su despedida, el reconocimiento del pueblo y los países hermanos, no puede confundirse con un evento más, totalmente coyuntural. La muerte de Kirchner entró directamente en la historia del país, y representa un momento bisagra que revierte la tendencia iniciada durante el conflicto con las patronales del campo. Va a quedar en la memoria de millones de personas, junto a la fortaleza de la presidenta, que enfrentó su dolor y lo compartió con el pueblo en jornadas interminables.


Voluntariamente o no, inconcientemente o no, Kirchner resolvió con su muerte el problema de la continuidad del proyecto de reconstrucción nacional. Con el sacrificio personal, saltó el cerco del relato mediático-opositor, que convenció a la clase media de la existencia de una figura megalómana que anteponía su vocación de poder ante todo. Si, es cierto. Para eso pagó con su vida. Si, se fue, pero blindó a Cristina de una manera única. En adelante, cualquier deslealtad será inadmisible, y condenada en las urnas en octubre de 2011. Si, nos dejó, pero puso fin a la polarización política, que obligaba a todos los opositores a atacar lo hecho por el gobierno, como un acto de fe antiK.


Pero sobretodo, envió un mensaje a la sociedad, al dejarnos a Cristina como parte de lo que más amaba (pensemos que si él hubiera sido reelecto como todos especulaban, hoy estaría jurando Cobos). Con ese hecho, reinvindicó también la comunión entre el amor y la militancia, que es un valor sagrado del peronismo, y guía de aquella generación que dio la vida en los 70. Ahora más que nunca, Cristina encarna el proyecto, y va a ser muy fácil ayudarla. Porque después del sacrificio de Nestor Kirchner, no tengo dudas que el pueblo va a acompañar sus ideas como bandera hasta la victoria.

12 de julio de 2010

Cristina en China


Tratando de retomar la actividad en el blog, pensé en escribir un artículo sobre los cambios que sigue generando la acumulación de capital en Asia, y como este proceso se aceleró con la crisis financiera y económica internacional, que arrancó en 2008.

Claro que esto no va a influir en las elecciones para el 2011 en la Argentina (o tal vez si). Tampoco va a mejorar o ampliar los derechos de las minorías en nuestro país, o las políticas sociales para disminuir la pobreza (o tal vez si). Ni siquiera va a garantizarnos mejores sueldos o ingresos en los próximos años a nosotros, nuestras familias, amigos y vecinos (o tal vez si). A estas cuestiones de mediano plazo siempre conviene ponerlas en potencial, y evaluar que la lentitud de los procesos no significa que no tengan efectos microeconómicos.

Vinculado en algún sentido con el desplazamiento de liderazgo económico hacia oriente, Natalio Botana escribió el fin de semana un artículo en Clarín sobre el agotamiento del modelo de bienestar europeo, bajo la pesada carga de sus sistemas previsionales, el endeudamiento público, y la crisis demográfica. Europa en 100 años –decimos nosotros- se va a parecer a la Venecia actual. Un paraíso turístico: muy lejos de de las corrientes comerciales que la hicieron poderosa y prospera.

El nuevo modelo económico que se viene, que también será cultural y político, no se conoce con precisión. Si sabemos que este semestre las exportaciones chinas aumentaron un 43 % respecto del año pasado y que su superávit comercial, solo en junio, fue de 20.000 millones de dólares. Este dato no puede tomarse livianamente sin resaltar los bajísimos salarios chicos, y que en su legislación no está permitido el derecho de huelga. Además, los últimos días se conocieron noticias sobre una ola de suicidios en el marco de planes de lucha obrera y arrestos por “perjudicar la producción”. También podríamos agregar que en su sistema político existe un partido único, hay censura previa y la democracia al estilo liberal no existe.

Si bien no nos interesa criticar el modelo chino, si podemos anotar que no es el nuestro. El pueblo argentino ha conquistado después de años de luchas ciertos derechos laborales, políticos y sociales que no va a resignar.

En todo caso, en lo que a nosotros respecta, vale preguntarse que podemos esperar del futuro. Hagámoslo a través de un ejemplo. Imaginemos una zapatería muy bien decorada, con dos empleados de 60 años que se enferman mucho y faltan, por los cuales se pagan salarios altos a causa de su antigüedad. Pero todo eso se compensa con su dedicación a los clientes y conocimiento de lo que venden. El precio, claro está, no es bajo. Bueno, enfrente se instala un negocio enorme, con cientos de empleados que ganan 500 pesos mas comisiones, con productos baratos y de calidad dudosa, etc. El primer caso es, digamos, Italia, y el segundo, obviamente es China. La consecuencia natural en un sistema capitalista como el actual, es que la tienda chica se funda. Así de simple.

Ahora bien, los europeos todavía están lejos de fundirse, porque conservan mucho capital como para modificar su negocio, subsidiar a los que estén mal, y otras estrategias de supervivencia. Pero en definitiva es eso, supervivencia, frente a la alternativa de terminar resignando su modelo, flexibilizándolo para poder competir. Esa es la discusión.

Que le queda al resto del mundo, a los argentinos y sudamericanos, en esta competencia desigual. Como dice Paul Krugman en su artículo de ayer, Estados Unidos está complicado por el peso de su deuda, y en lugar de salir hacia delante, corre el riesgo de entrar en deflación y repetir la parálisis japonesa que ya lleva 10 años de estancamiento. En el ejemplo que dimos, Estados Unidos no sería ese pequeño negocio de zapatos italianos. Es mas bien un gran negocio, de productos de buena calidad, todavía paga buenos salarios e innova en sus productos. Pero es caro, y no tiene interés en aumentar la productividad para bajar costos. Antes que eso, piensa en echar personal, cerrar, y dedicarse a rubros donde pueda competir en mejores condiciones. Es decir, utilizar su capital para trasladar sus factores de producción hacia negocios rentables, antes que resistir donde los chinos serán inevitablemente más eficaces. El costo del cambio es el aumento del desempleo, mientras que los europeos pagarán con menos crecimiento.

Por último, estamos nosotros los latinoamericanos, y argentinos en particular. Nuestro país ni siquiera tiene un negocio de zapatos. Estamos fuera de esa liga. Apenas los brasileños pusieron un puesto en la feria de La Salada, mientras que los mexicanos están peleando para no cerrar el suyo. La Argentina vende cuero para zapatos.

Que Cristina haya ido a China siempre es bueno. La diplomacia presidencial siempre es y será más eficaz con países donde en la cúspide del Estado se toman la mayoría de las decisiones. El contexto de la relación bilateral lo ocupa la extorsión que representa el freno a las exportaciones argentinas de aceite de soja de hace dos meses. Ante este problema, el gobierno de Cristina resolvió bien la cuestión. Acelero la introducción de biodiesel a la matriz energética argentina, que utiliza al aceite de soja como insumo. Con esta medida restó oferta al mercado mundial de aceite de soja. Por un lado, como la Argentina es el principal exportador de aceite de soja del mundo el retiro de parte de su producción generará beneficios por el aumento del precio, y por el otro, se mejorará nuestra matriz energética, demasiado dependiente de combustibles fósiles en manos de multinacionales extranjeras.

Con esta respuesta al plantea hecho por los chinos, ir allá a negociar tiene otro color. No vamos a depender de sus compras, así como tampoco serán los únicos compradores. Es bien diferente a lo ocurrido en la última visita presidencial en el 2004, donde apenas nos estábamos recuperando de la crisis del 2002 y el tema de la deuda externa era el principal punto de la política exterior. Allí fuimos sin nada para negociar, solo con la esperanza de que compren nuestros productos y lleguen inversiones.

Ahora esta previsto que nosotros también hagamos grandes compras por miles de millones de dólares, de tal forma que la relación parece ir logrando cierta bilateralidad, y no sea tan asimétrica. Si ellos no ceden, pagarán un costo en términos de compras argentinas de materiales de alto valor que ellos nos quieren vender.

Volviendo al ejemplo presentado, la cuestión pasaría por aprovechar este escenario de competencia entre las zapaterías viejas y nuevas, para lograr una suba del precio del cuero. Sobre esa base, y la necesaria acumulación de capital subsiguiente, aprovechar las escasas oportunidades para poner nuestro propio negocio, en el cual podamos defender la producción nacional, sin resignar nuestro modelo económico, político y social.

8 de abril de 2010

Encuentro Nacional de Estrella Federal - 9 y 10 de Abril




Profundizar la articulación del Estado con la Sociedad para transformar la comunicación,
erradicar la pobreza extrema y el hambre
y generar trabajo decente para todos.


Viernes 09 de abril de 2010
Llegada de los compañeros de los diferentes puntos del país.

12:00 hs.
Salón Delia Parodi, Cámara de Diputados de la Nación. Recepción.

13:00 hs. Apertura.
Eleonor Faur (Oficial de Enlace UNFPA)
Juan Carlos Díaz Roig (Diputado Nacional)
(Asoc. Civil Estrella Federal)

13:30 hs. Panel 1.
La comunicación en la articulación entre el Gobierno y la Sociedad Civil para impulsar políticas de Estado.

Liliana Mazure (Presidenta del INCAA)
Luis Lázaro (Coordinador General del Comité Federal de Radiodifusión)
Sergio Novoa (RTA)
Moderadora: Lucrecia Cardoso (Asoc. Civil Estrella Federal)

15:00 hs. Panel 2.
ODM 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre y ODM 9: Trabajo decente.

Demian Panigo (Investigador CONICET)
Emilio Pérsico (Movimiento Evita)
Roberto Baradel (SUTEBA / CTA)
Omar Plaini (Diputado Nacional, CGT)
Moderador: Luis Macagno (Asoc. Civil Estrella Federal)

22:00 hs. Cena (Salón de SUTEBA, Piedras 740)

Sábado 10 de abril de 2010
Hotel BAUEN

10:00 hs. Plenario y luego Trabajo en comisiones.

13:00 hs. Almuerzo

14:00 a 18:00 hs Talleres de debate.

31 de marzo de 2010

25 de febrero de 2010

Tirando el off side




La metáfora vale. El bloque oficialista en el Senado está con ocho jugadores y van recién 10 minutos del primer tiempo. Frente a un centro peligroso al área, dieron el pasito adelante y quedaron todos los adversarios fuera de juego.
Claro que nadie en la tribuna festeja un off side, porque todos están esperando goles. Pero es un gesto que sirve en varios sentidos.
Fortalece al bloque, que se muestra organizado y con capacidad para manejar la jugada. Fortalece a los simpatizantes y militantes del gobierno, que sienten que no están derrotados, a pesar de que no se respete a la primera minoría de ambas cámaras. Mete presión sobre los opositores, que ahora van a tener que cuidarse mas de la cuenta, después de haberse recriminado entre ellos el exceso de confianza.
Pero hay más. La política y el fútbol son muy dinámicos. Seguramente los opositores consigan dominar todas las comisiones del Senado en unos pocos días. Eso implicará estar en condiciones de imponer una goleada al oficialismo. Pero a partir de ese momento, todos los plazos les empiezan a jugar en contra. Quien tiene superioridad numérica debe enfrentar su propia ansiedad por derrotar al adversario.
Los 8 jugadores del oficialismo pueden convertir su lucha desigual en un acto heroico, a fuerza de patear la pelota afuera y aguantar el cero a cero, con la esperanza de que sucedan dos cosas. Todavía es posible que algunos de los opositores sean expulsados de la cancha. Así ocurrió con Evo Morales, que logró debilitar a las regiones opositores, con el encarcelamiento de un gobernador que ordenó una represión brutal sobre indígenas; o Lula, que logra fortalecer a la candidata de su partido, mientras la derecha brasileña se debilita por las acusaciones de corrupción contra sus principales candidatos a las presidenciales.
En segundo lugar, el mero paso del tiempo provoca que ese combinado del resto del mundo se ponga tan ansioso, que comiencen a aparecer las vanidades y las disputas personales ocultas detrás de la búsqueda del éxito inmediato. Esos últimos treinta minutos, que comienzan en el segundo semestre de este año (o antes, si la goleada se produce y se cumple el objetivo que los reunió), pueden ser los más salvajes en términos de patadas y zancadillas, no solo respecto del oficialismo, sino también entre ellos. En ese momento tendrán que comenzar a diferenciarse para ofrecerle a la sociedad algo más que el mote de antiK. Cada uno va a querer hacer su gol, y esa es la mejor noticia para una defensa consolidada.
En ese contexto, la oposición va a tener que sostener la ofensiva, convocar las sesiones, priorizar los proyectos y las expectativas, disciplinar a su equipo y convocarlos a cada sesión, incluso a Menem, con quien ninguno de ellos quiere sacarse una foto. Es un trabajo enorme que será difícil que logren desde un combinado con intereses tan heterogéneos, aunque coincidan por ahora con la táctica de juego. Incluso puede que Cobos, como árbitro que es, se tiente con sancionar algún penal, presionado por sus partidarios para mostrarse parte del éxito, a riesgo de que se peleen los goleadores por patear, y él se muestre demasiado parcial en su rol institucional, al punto de forzarse su renuncia.

7 de diciembre de 2009

El día después de mañana




Existe en la Argentina un conflicto de legitimidades. Mientras el Poder Ejecutivo goza de su mandato de cuatro años obtenido por el 46 % de los votos, las oposiciones, en sus múltiples variantes, triunfaron en casi todo el país en las elecciones de medio término. Cabe preguntarse en este punto para que están las elecciones de medio término, ya que desde el 83 a esta parte solo agregaron enfrentamientos entre los dos poderes. En Uruguay, por ejemplo, no existen.
Pero más que pensar en cambiar la Constitución, resulta más efectivo razonar que hacer con el dilema de un Congreso y un Ejecutivo enfrentados y legitimados por el voto popular. ¿Quien manda entonces en la Argentina: el Congreso o el Ejecutivo? Esta claro que en nuestro sistema presidencialista el Poder Ejecutivo tiene preeminencia respecto del Congreso y no hay que ponerse colorados por eso. Entre la capacidad de llevar adelante la gestión y dividir el poder para fortalecer los controles y balances, nuestra cultura, nuestra Constitución y nuestra práctica ha privilegiado al Presidente. ¿Está bien? ¿Está mal? Al que no le guste que vaya a llorar a la tumba de Alberdi, que de esto sabía bastante. Sin embargo, parece que de hecho se quiere cambiar lo escrito, con la idea de quitarle legitimidad de ejercicio a quien ejerce el Poder Ejecutivo actual.
Más aún, éstas oposiciones, como debería decirse, pues unificarlos bajo un concepto singular “la oposición” es una construcción de los editorialistas del domingo, simplifica la expresión electoral y se convierte en la exegeta perfecta dispuesta a “interpretar” al electorado que votó tanto a Néstor Pitrola como a Alfonso Prat Gay. Ese resultado lo traducen en un mandato bíblico: hacerle todo el mal posible al gobierno nacional. Su discurso es interesantísimo. El gobierno en adelante no podrá llevar adelante ninguna política sin consenso y diálogo con las oposiciones, porque así lo dispone la República; pero las oposiciones solo ejercerán el diálogo y el consenso con otros opositores, porque al oficialismo le perdieron la confianza.
Es tan hipócrita el planteo, que quienes alegaban que el gobierno tenía la suma del poder público, ahora que perdió la mayoría en las comisiones dicen que está derrotado y ya anticipan la implosión de lo que le queda de Poder. En todo caso, en algún punto medio de su falso discurso tiene que estar la República, porque si la contrapartida del poder absoluto es la implosión, entonces están reafirmando que solo se puede gobernar de esa forma, o simplemente especulaban con vencer al gobierno con una retórica vacía.
Frente a este diagnóstico, y sin una mayoría que pueda marcar el rumbo, los pronósticos políticos no pueden ser menos que negativos. Pero todo es tan dinámico.
La elección que tradujo en votos el sentimiento de que éste era un gobierno al que le faltaban límites fue la del 28 de junio. Eso ya pasó, ahora viene el 28 de octubre de 2011. Las oposiciones tienen que abandonar su competencia para ver quien dice cosas peores del matrimonio, porque en ésta nueva etapa, en la cual son mayoría, ya no rinde los mismos frutos que antes. Tendrán que reconvertirse rápidamente en opciones de gobierno. Seguramente muchos de ellos no lo lograrán y ya los veremos pelearse entre si por el botín del antikirchnerismo, acusándose mutuamente porque en su construcción de cara a las presidenciales aceptan fragmentos en fuga del universo K.
En este escenario hace su aparición la reforma electoral aprobada la semana pasada, que introduce elementos importantes que son interpretados a favor del gobierno pero que todavía no están claros. El objetivo declarado de combatir la fragmentación política parecería loable, aunque muchas de las modificaciones introducidas licuaron esa iniciativa. Hay que ver también si lo que quedo sirve para superar la situación actual y favorecer los acuerdos entre los partidos, dentro de los cuales hay matices bien diferenciados. A nuestro modo de ver, tenemos en el país tres tipos de partidos. Los Nacionales (la UCR y el PJ), los Parroquiales (MPN, Socialismo de Santa Fe, Pro y ARI Tierra del Fuego) y los Veletas (Pino, Coalición Cívica, Partido Nuevo de Córdoba).
Los Nacionales son aquellos con expectativas reales de llegar al gobierno nacional, tienen responsabilidades a cargo en gobiernos provinciales y municipales y tienden al acuerdo en función de la interdependencia y la alternancia democrática. Los Parroquiales son partidos (o expresiones de partidos nacionales, como Colombi o Zamora) cuyo abanico de relaciones va desde los acuerdos tácticos, hasta el chantaje por recursos. Su objetivo pasa por obtener mejoras para sus territorios a cambio del apoyo en políticas y leyes claves. Estos actores son naturalmente pragmáticos, suelen estar en contra de reformas profundas y vacían la política nacional para colocar su agenda local. También existen grises en razón de su vocación nacional, como el socialismo santafesino, o el Pro de Macri, que ganó hace dos años pero todavía no asumió el gobierno de la ciudad. En esta categoría se da el caso llamativo, donde en las elecciones se presentan como opositores del gobierno, pero son quienes permiten alcanzar mayorías legislativas oficialistas, convirtiendo derrotas en victorias.
Los Veletas son quienes van detrás de las encuestas, o peor aún, detrás de la agenda de los grandes medios. Esta categoría está presente en los fragmentos desprendidos de los grandes partidos, y en partidos nuevos que se presentan como apolíticos. No tienen demasiado arraigo territorial y se jactan de eso. Su lugar para hacer política son los sillones de los programas políticos. Y como no tienen responsabilidad de gobierno no tienen costos en sus cambios de rumbo. Incluso, cuando ganan elecciones ejecutivas, el partido termina rompiéndose entre los que gestionan y los que solo opinan.
Dicho esto, podemos ver que, a grandes rasgos, la reforma ayudará a alcanzar acuerdos estables con los Partidos Nacionales y los Parroquiales, para lo cual la ley hace bien en fortalecerlos. Eso evitará que su debilidad admita que se los coopte desde sectores concentrados o ciertas figuras compren sus apoyos en aventuras millonarias. Con quienes no se puede negociar es con los Veletas, y a ellos van las restricciones. El resultado de esta operación será un sistema político menos histérico y menos permeable a la presión de medios de comunicación y demás poderes concentrados.
En definitiva, y volviendo al escenario post 10 de diciembre de 2009, si algo va a darle continuidad al endeble acuerdo de las oposiciones va a ser terminar de hundir al gobierno y sus expectativas rereeleccionistas, con variantes que incluyen meter preso al matrimonio. Recién después de ese momento, virarán sobre su eje para pelearse entre si. En este punto, la postergación de la campaña hasta mediados del 2011 como introdujo la reforma electoral, con internas abiertas, obligatorias y simultáneas, nos hacen pensar en que Kirchner ya tiene planeada alguna jugada. O se cambia el apellido para evitar un voto en contra mayoritario, o el país vuelve a crecer pero al 15 %, o ensaya alguna salida electoral donde el sea el jefe político, pero no el candidato, cosa que no suele salir bien.
Pero quien sabe.

17 de noviembre de 2009

Un grito de corazón



por Germán Calvi

“una revolución solo puede ser hija de la cultura y de las ideas”
Fidel Castro

En estos días, se declaró en la legislatura de la ciudad de Buenos Aires, de interés cultural la película “1973, un grito de corazón” dirigida por Liliana Mazure, eso me dió la excusa justa para buscar la peli y mirarla…
Me emocioné mucho y me dejó muchas ideas dando vueltas… repasaba la existencia de un proyecto transformador en un momento en que América Latina estaba cambiando claramente en un sentido más libre, más justo, más soberano, con las características propias que el peronismo le dio, con una impronta que nadie, nunca, pudo borrarle a la identidad popular de nuestro país… luego el golpe, luego dieciocho años de resistencia… ¿existirá otro partido político en la historia de la humanidad que tras ser perseguido, reprimido, silenciado, negado, borrado de la historia oficial, condenado al ostracismo desde la formal mirada de nuestros enemigos, pueda sobrevivir con tanta fuerza como lo hizo el peronismo en Argentina?

Luego, el regreso de Perón, una clara victoria del pueblo organizado.

Y me quedé enganchado con la comparación de las condiciones previas al golpe… del peronismo dividido, de un enemigo unido, de la clase media y la izquierda funcionales al proyecto imperial, de una oportunidad histórica que se diluyó… pudiendo consolidarse. O que se interrumpió porque las fuerzas no dieron para más…

Y recordaba un fragmento, donde Urien (un marino peronista) comenta que un militar de alto rango, que al asumir Cámpora y ver la euforia popular, lo visita en su celda y le pregunta muy preocupado: ¿Ustedes van a hacer la revolución?
Y se responde a sí mismo: No van a poder, no lo vamos a permitir, estamos dispuestos a matar a un millón de personas, pero no van a hacer ninguna revolución acá…

“la violencia en manos del pueblo no es violencia, es justicia” decía Perón desde el exilio, en momento de la resistencia…

Y así mezclaba, más que reflexionaba, entre la política, la cultura, la violencia, la militancia, la historia, nosotros, ayer y hoy, el futuro… en este momento en que la política argentina amaga con regresar a lo peor del pasado, con conflictos latentes por la pérdida de derechos de los represores y el sistema político que les daba impunidad, por la pérdida de derechos de los monopolios en la comunicación, por la pérdida de derechos de los grupos financieros en el manejo de las AFJP, por la pérdida de derechos del peronismo neoliberal y neoconservador, que paso a paso va perdiendo algunos privilegios y espacios de poder… enfrentados a una CGT y organizaciones sociales absolutamente comprometidas con este proyecto de país, con un peronismo militante y transformador, con una sociedad que apuesta a la democracia como camino de transformación…

Al medio de esta mezcla, recuerdo el “día de la militancia”, y desde ese recuerdo, le rindo homenaje a Alberto Methol Ferré, un militante uruguayo cuya obra de vida se puede honrar en un día como este, hizo un gran aporte a todas las ideas libertarias de la patria grande con que San Martín soñó… integrante de la resistencia que parió el Frente Amplio, que este mes llevará a un Tupamaro a la Victoria… rendimos homenaje a un compañero que falleció ayer, en Montevideo, y junto con él a toda la generación de historiadores y militantes políticos que con sus escritos han abierto los ojos a generaciones frente a una intelligentzia servil a los intereses foráneos.



Y como él decía, repito: “los traidores están condenados a quedarse afuera de la historia del pueblo, que en cada paso, planta una semilla y en cada lluvia raja la tierra, y aparece, de abajo para arriba, con la contundencia de lo que está condenado a suceder, mientras existan compañeros convencidos de que hay que seguir sembrando…”

Y hablando de sembrar, este fin de semana pude compartir con otras organizaciones del campo popular, en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, un momento gestacional de algo nuevo… pudimos debatir sobre la producción de contenidos, sobre la comunicación, sobre la cultura, sobre el rol de las organizaciones sociales y políticas, el Estado, los directores de cine… algo realmente interesante…

“no existe un proyecto de nación sin un proyecto cultural de nación, porque lo único que no puede importar un país es su cultura”. Jorge Coscia, Secretario de Cultura de la Nación.



Y así me despido, un tanto disperso, pero sin querer dejar pasar este día, por el día de la militancia, ni este momento, el de la muerte de Alberto Methol Ferré, para recordar para qué militamos los que elegimos seguir sembrando…

¡Viva Methol Ferré y todos los pensadores libertarios!

¡Viva la presidenta Cristina y los presidentes latinoamericanos que son parte de la transformación popular!

¡Viva Perón!
carajo…